El paso firme, la mirada en calma,
un hombre tras el Cristo caminaba.
Agua de amor de caridad llevaba
para saciar la sequedad del alma.
Rezumaba su cántaro frescura
y el agua era evangélica y gozosa,
cristal de vida, plata jubilosa,
fuente de vidrio, pozo de ternura.
¡ Paz en ti, hermano, en nombre del Amor!
¡ Tengo sed!, ¡ Agua!, suplicó el Señor,
y temblaba la tarde emocionada...
Y el hombre: " Toma, bebe", al Cristo dijo,
que, aunque nunca entendí de casi nada,
sé que esto no se hace con un hijo.
Dedicado a mi amigo PEPE, gran persona y gran amigo.
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